jueves, 10 de febrero de 2011

LOS JÒVENES Y EL AMOR

La actual generación (o al menos sus elementos más característicos) tiene una serie de méritos que nos permiten esperar un futuro mejor.
Esta generación busca un modo de existencia profundamente diferente del nuestro. Nosotros hemos vivido de trabajo y de creencia; nuestra razón para vivir la constituían la búsqueda de la subsistencia y la adhesión a una interpretación indiscutida del sentido de la vida.
Hoy día constatamos una desvalorización del trabajo. Para los jóvenes (e incluso para los menos jóvenes), la felicidad no se encuentra ya en la profesión, sino en el amor. Ya no quieren vivir para trabajar, sino trabajar (lo justo) para vivir.
La verdadera satisfacción, el sentido de la vida, reside, según ellos, en las relaciones humanas, en la comunicación, tanto física como espiritual, en la amistad, en la comunidad, en el amor. Poseen esa sensatez que muchos adultos mayores no hemos tenido: presentir que la felicidad no ha de venirles ante todo del éxito profesional, sino de la riqueza de su propia humanidad puesta en relación con la de los demás.
Se encuentran ante la enorme aventura de tener que aprender a amar y fundamentar toda su existencia en ese sentimiento, tan difícil de discernir y de perpetuar: EL AMOR.
Querer amar y ser amado: nada hay más natural ni más fácil, piensan los jóvenes; basta con seguir la inclinación del corazón, afirman, sin embargo esto es un ¡tremendo engaño! ¿Por qué? Porque el amor es un aprendizaje, una ascesis, y se vive en medio de la incomprensión y a base de trabajos y conflictos. “En el amor, los comienzos siempre son deliciosos; ¡por eso se intenta comenzar una y otra vez!” Y no se soporta el resto, que es lo más importante.
Todos nos sentimos tentados de trasladar al amor los hábitos del trabajo (¡lo único para lo que hemos sido preparados durante años!): la posesividad, por ejemplo: Eres mío/a…..Me perteneces…..Tengo una mujer…..Tengo un marido…..
Pero resulta que el amor es gratuito, y jamás se tiene al otro contra su libertad. La verdadera maravilla del amor consiste en que es un don recíproco, siempre inmerecido, sorprendente, y nuevo; un encuentro que se vive como una fiesta. El amor acepta no tener derecho alguno. Se embelesa con el don del otro y acepta considerarse nada y, no obstante, hacer donación de esa nada que para el otro resulta inestimable.
En el amor, para recibir es necesario abrirse; para acoger el don del otro es preciso darse a él con la misma totalidad con que se le desea recibir.
¿Serán estas las razones por las que los jóvenes ven con recelo el matrimonio? La verdad es que, al menos, tienen la modestia de no considerarse naturalmente capacitados para vivirlo. Recuerdo que todavía en mi generación accedíamos al matrimonio con el convencimiento de que las estructuras sociales o religiosas (las gracias del matrimonio) nos iban a proporcionar las fuerzas necesarias para vivirlo con éxito. Hoy todo el mundo sabe que en el matrimonio, no se va a encontrar más que aquello que se ha llevado. Por eso los jóvenes se acercan hoy al matrimonio con muchísima prudencia, después de haber pasado etapas -a veces muy prolongadas- de relaciones sexuales a todos los niveles, después de haber vivido juntos e incluso después de haber sido padres o madres.
Dudan de sí mismos, lo cual está muy bien, porque sirve para obviar el principal peligro del antiguo matrimonio: el de una estúpida seguridad que hacía del matrimonio el término del amor, en lugar del comienzo del mismo. El marido se aburría, volvía a su profesión y a sus parrandas con los amigos, cuando no a sus queridas, y dejaba “viuda” a su mujer al día siguiente de regresar del viaje de bodas.
Hoy los jóvenes saben que su matrimonio ha de ser una creación común, una atención recíproca, un reajuste incesante de sus conflictos, con el fin de inventar juntos su forma concreta de existencia, sin modelos prefabricados ni “roles” estereotipados.
En cualquier caso, ya no se resignan a ir muriendo el uno junto al otro sin esperanza y sin amor y, esto es muy válido ya que más vale reconocer que un amor ha muerto y no morir con ese amor. Hoy los jóvenes dudan del matrimonio y estoy de acuerdo con ellos siempre y cuando en esta duda vean la ocasión de un inmenso progreso, porque así algún día podrán creer en ello de una manera sana…….a menos que perpetúen nuestro errores, ya sea rechazando todo compromiso que no esté totalmente garantizado, ya sea comprometiéndose con la ilusión de que efectivamente lo está.

Para quienes se interesaron en este artículo que no es otra cosa más que el reflejo de mi larga búsqueda hacia ese Dios tan cercano y, sin embargo tan oculto, les obsequio una reflexión que bien podría ser su corolario: El verdadero combate se libra en el fondo del corazón del hombre y contra todo cuanto le impide latir al ritmo de su deseo, que es el deseo de Dios.

jueves, 30 de diciembre de 2010

AYUDEMOS A LOS ÁNGELES

Dicen que cuando se acerca fin de año los ángeles curiosos se sientan al borde de las nubes a escuchar los pedidos que llegan desde la tierra.
-         ¿Qué hay de nuevo? - pregunta un ángel pelirrojo, recién llegado.
-         Lo de siempre: amor, paz, salud, felicidad.. .- contesta el ángel más viejo.
-         Y bueno, todas esas son cosas muy importantes.
-         Lo que pasa es que hace siglos que estoy escuchando los mismos pedidos y aunque el tiempo pasa los hombres no parecen comprender que esas cosas nunca van a llegar desde el cielo, como un regalo.
-         ¿Y qué podríamos hacer para ayudarlos? - Dice el más joven y entusiasta de los ángeles.
-         ¿Te animarías a bajar con un mensaje y susurrarlo al oído de los que quieran escucharlo? - pregunta el anciano.
-         Tras una larga conversación se pusieron de acuerdo y el ángel pelirrojo se deslizó a la tierra convertido en susurro y trabajó duramente mañana, tarde y noche, hasta los últimos minutos del último día del año.
-         Ya casi se escuchaban las doce campanadas y el ángel viejo esperaba ansioso la llegada de una plegaria renovada. Entonces, luminosa y clara, pudo oír la palabra de un hombre que decía:
-         "Un nuevo año comienza. Entonces, en este mismo instante, empecemos a recrear un mundo distinto, un mundo mejor: sin violencia, sin armas, sin fronteras, con amor, con dignidad; con menos policías y más maestros, con menos cárceles y más escuelas, con menos ricos y menos pobres.
-         Unamos nuestras manos y formemos una cadena humana de niños, jóvenes y viejos, hasta sentir que un calor va pasando de un cuerpo a otro, el calor del amor, el calor que tanta falta nos hace.
-         Si queremos, podemos conseguirlo, y si no lo hacemos estamos perdidos, porque nadie más que nosotros podrá construir nuestra propia felicidad".
-         Desde el borde de una nube, allá en el cielo, dos ángeles cómplices sonreían satisfechos.
-         Hagamos TODO, no esperemos que nos caiga del cielo... Ha comenzado un nuevo año, comencemos a hacer y quejarnos menos, comencemos a reír y llorar menos, comencemos a VIVIR y dejar de sobrevivir como si la vida en vez de una bendición, fuera un castigo... El camino, no siempre va a ser de rosas, pero si las llevamos con nosotros, aun en el paraje más oscuro, ellas nos recordarán que no siempre el camino es así....

miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿COMO CASTIGAMOS A LA MENTIRA?

El Dr. Arun Gandhi, nieto de Mahatma Gandhi y fundador del instituto M.K. Gandhi para la Vida Sin Violencia, en una presentación en la Universidad de Puerto Rico, compartió la siguiente historia como un ejemplo de la vida sin violencia:

"Yo tenía 16 años y estaba viviendo con mis padres en el Instituto que mi abuelo había fundado en las afueras, a 18 millas de la ciudad de Durban, en Sudáfrica, en medio de plantaciones de azúcar.

Estábamos bien al interior del país y no teníamos vecinos, así que a mis dos hermanas y a mí, siempre nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a visitar amigos o ir al cine.

Un día mi padre me pidió que le llevara a la ciudad para asistir a una conferencia que duraba el día entero y yo aproveché esa oportunidad.

Como iba a la ciudad mi madre me dio una lista de cosas del supermercado que necesitaba y como iba a pasar todo el día en la ciudad, mi padre me pidió que me hiciera cargo de algunas cosas pendientes, como llevar el auto al taller. Cuando me despedí de mi padre él me dijo: Nos vemos aquí a las 5 p.m. y volvemos a la casa juntos.

Después de completar muy rápidamente todos los encargos, me fui hasta el cine más cercano. Me concentré tanto en la película, una película doble de John Wayne, que me olvidé del tiempo.

Eran las 5:30 p. m. cuando me acordé. Corrí al taller, conseguí el auto y me apuré hasta donde mi padre me estaba esperando. Eran casi las 6 p.m. Él me preguntó con ansiedad:

 ¿Por qué llegas tarde?

Me sentía mal por eso y no le podía decir que estaba viendo una película de John Wayne; entonces le dije que el auto no estaba listo y tuve que esperar... esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller.

Cuando se dio cuenta que había mentido, me dijo: - Algo no anda bien en la manera como te he criado puesto que no te he dado la confianza de decirme la verdad. Voy a reflexionar que es lo que hice mal contigo. Voy a caminar las 18 millas a la casa y a pensar sobre esto.

Así que vestido con su traje y sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por caminos que no estaban ni pavimentados ni alumbrados. No lo podía dejar solo... así que yo manejé 5 horas y media detrás de él... viendo a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho.

Decidí desde ahí que nunca más iba a mentir. Muchas veces me acuerdo de este episodio y pienso... Si me hubiese castigado de la manera como nosotros castigamos a nuestros hijos ¿hubiese aprendido la lección?”
¡No lo creo!. Hubiese sufrido el castigo y hubiese seguido haciendo lo mismo. Pero esta acción de no violencia fue tan fuerte que la tengo impresa en la memoria como si fuera ayer.

¡Éste es el poder de la vida sin violencia!.

lunes, 13 de diciembre de 2010

A MI PADRE, ABUELO DE MIS HIJAS, MI QUERIDO VIEJO

En un mensaje reciente el Papa Benedicto XVI al recordar a los padres de la Virgen María, quiso hacerles un reconocimiento a todos los abuelos resaltando el papel que juegan en la vida familiar. Con palabras de cariño y gratitud apreció la riqueza religiosa, espiritual, humana y social que pueden aportar.

Leyendo este mensaje, recordé un aleccionador video: se trataba de un diálogo entre dos hombres sentados en una banca en el jardín de una casa: uno de ellos es un anciano de poco pelo blanco que con mirada bondadosa contempla la naturaleza; el otro es un joven fuerte, bien parecido, de los que parece que dominan el mundo y lo único importante es lo suyo, está leyendo ávidamente el periódico sin interesarle el anciano a quien casi le da la espalda y que, es importante aclarar, es su padre.

En eso un pajarito se posa sobre el arbusto y el padre pregunta: “¿Qué es eso?”.

El hijo, sorprendido por haber sido interrumpido en su lectura por algo tan intrascendente, le responde displicentemente: “Es un pájaro” y vuele inmediatamente a su lectura.

Pasa poco tiempo, el pájaro se posa sobre un árbol y el hombre anciano vuelve a preguntar: “¿Qué es eso?”.

El hijo sin ocultar ahora su enfado le contesta: “Te lo acabo de decir papá, es un pájaro”, y vuelve a enfrascarse con el periódico.

Pasa otro tiempo, en eso, en una fuente un pájaro hace ruido con el agua, por lo que vuelve a preguntar dulcemente el anciano padre: “¿Qué es eso?” El hijo mostrando sumo enfado le responde a gritos: “TE HE DICHO QUE ES UN PÁJARO, PÁ-JA-RO”, quedándosele viendo muy serio.

El padre, sin embargo, le sostiene la mirada un rato y vuelve a hacer la misma pregunta: “¿Qué es eso”. El hijo ya no tiene paciencia, tira con fuerza el periódico y con aspavientos le grita: “¿POR QUÉ ME LO PREGUNTAS?, YA TE DIJE TRES VECES QUE ES UN PÁJARO. NO LO CONSIGUES ENTENDER ¿O QUÉ?”.

El padre anciano se levanta lentamente de la banca.

El hijo le grita: “¿ADÓNDE VAS?”

El padre le hace la seña con la mano que siga sentado, que se calme, mientras se dirige con paso pausado a su casa que está unos metros al lado.

El hijo se queda en la banca, ya sin leer el periódico y reflexionando su proceder grosero e impaciente con su anciano padre.

El viejo hombre regresa con un viejo cuaderno y se sienta junto a su hijo. Busca en el cuaderno de notas hasta que halla el lugar y se lo da a su hijo para que lea. Pero como empieza a leer en voz baja le dice: “En alto”.

El hijo empieza a leer: “Hoy mi hijo más pequeño con tres años y pocos días de edad estaba sentado conmigo en el parque cuando un pájaro se acercó a nosotros, mi hijo me peguntó veintiún veces… “¿Qué es eso?”, y yo le respondí las veintiún veces que era un pajarito. Yo lo abracé cada vez que me hacía la misma pregunta. Una vez tras otra, las veintiún veces, ¡¡sintiendo un gran cariño para mi muchachito!!”.

El hijo ya no puede seguir leyendo de dolor, dándose cuenta lo injusto de su proceder y con lágrimas abraza y besa a su anciano padre.

No olvidemos tantos bienes, cuidados y atenciones que debemos a nuestros educadores, especialmente y en primer lugar a nuestros padres, y directa o indirectamente, a través de los padres, los abuelos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

NAVIDAD Ó NAVIDAD LAICA?


Pensando en la fiesta próxima de la Natividad del Señor, no pude evitar recordar las tradicionales posadas que se festejaban en mi natal Tuxtla Gutiérrez y por supuesto todo lo que implicaba, religiosamente hablando, la Navidad. Recuerdo que en esos años del siglo pasado, visitar las siete casas (Iglesias), el rezo del Rosario, la Misa de Navidad, los nacimientos, las piñatas, etc., eran parte, por no decir esencia, de las fiestas que como marco central tenían la celebración del nacimiento del Niño Jesús.

Ensimismado en mis recuerdos y volviendo al presente, me preocupa ver que la Navidad en estos días, ha dejado de ser una fiesta religiosa para convertirse en una mera orgía consumista, aderezada con unas dosis de humanitarismo de pacotilla, que es manifestación farisaica muy del gusto de nuestra época. Este punto de vista nos propone un debate mucho más hondo y peliagudo, que es el debate sobre la naturaleza de la felicidad. El hombre contemporáneo persigue la felicidad como si de una formula química se tratase, algo así como un medicamento o catalizador que actúa sobre nuestro ánimo, infundiéndole una «sensación de bienestar».

Naturalmente, esta búsqueda suele saldarse con un fracaso, pues en el mejor de los casos esa sensación resultará pasajera, apenas un analgésico que distrae por unos pocos días el dolor en sordina que martiriza al hombre cuando decide amputarse, dividirse, renegar de un elemento que le es consustancial.

No hay felicidad sin una aceptación plena de lo que somos; y lo que somos incluye una dimensión religiosa, o si se prefiere trascendente, que no se puede extirpar sin un grave menoscabo de nuestra propia naturaleza.

El hombre contemporáneo, al expulsar a Dios de su horizonte vital, se ha convertido en un ser dividido y, por lo tanto, infeliz; y, como el manco que en los días que preludian tormenta siente un dolor fantasmagórico en el brazo que le ha sido arrancado, el hombre contemporáneo siente en las fechas navideñas esa amputación que ha infligido a su propia naturaleza como una carcoma o una desazón angustiosa que trata de combatir mediante paliativos euforizantes. Una vez extinguidos sus efectos, vuelve a sentir el dolor de la amputación, y otra vez vuelve a ensordecerlo con esos calmantes que, como la morfina, a la vez que lo alivian lo esclavizan y embrutecen. A veces, entre los vapores de la morfina, brota en el hombre contemporáneo la reminiscencia de una nostalgia, que confunde con alguna estampa más o menos idílica de su niñez y que, a la postre, no es sino añoranza de aquel estado originario en que aún no había renegado de su apetito de trascendencia y espiritualidad.

Los calmantes que el hombre contemporáneo ha ideado para acallar la protesta de su naturaleza son de diversa índole: desde el consumismo desmelenado y bulímico hasta ese humanitarismo falso que, despojado de su requisito primordial (la consideración del prójimo como recipiente sagrado), se queda en puro aspaviento, pasando por la torpe satisfacción de placeres primarios, puramente fisiológicos.
Cuando se habla de «Navidad laica» se está designando, en realidad, esa infelicidad que el hombre contemporáneo vive como una amputación y trata de atenuar mediante falsas vías de escape.

La Navidad, antes que nada, es la fiesta a través de la cual el hombre reconoce la presencia de Dios en la aventura humana y, por tanto, la dimensión trascendente de su propia vida. Cuando Dios nace, algo bueno y nuevo nace dentro de cada hombre, en su más ensimismada esencia. Al asumir como propio ese ingrediente divino, el hombre se siente más completo y conforme consigo mismo; y de esa conformidad brota, como una irradiación que no declina su llama, la verdadera felicidad.

Despojada de esa significación honda y primordial, la Navidad se convierte en una trágica búsqueda de sedantes y analgésicos, un vagabundaje desesperado en pos de una quimera.

El hombre contemporáneo que celebra una «Navidad laica» es, en cierto modo, como ese gallo descabezado que corretea poseído por la desazón mientras se desangra; aunque no lo sepa, es tan sólo un muerto que camina, pues ha extraviado la fuente de la que mana su felicidad.

martes, 7 de diciembre de 2010

EL CIRUJANO QUE ENCONTRÓ A JESÚS EN EL CORAZÓN DE UN NIÑO

Mañana en la mañana abriré tu corazón le explicaba el cirujano a un niño. Y el niño interrumpió: -¿Usted encontrará a Jesús allí?

El cirujano se quedó mirándole, y continuó: -Cortaré una pared de tu corazón para ver el daño completo.

Pero cuando abra mi corazón, ¿encontrará a Jesús ahí?, volvió a interrumpir el niño. El cirujano se volvió hacia los padres, quienes estaban sentados tranquilamente.

Cuando haya visto todo el daño allí, planearemos lo que sigue, ya con tu corazón abierto.

Pero, ¿usted encontrará a Jesús en mi corazón? La Biblia bien claro dice que Él vive allí. Las alabanzas todas dicen que Él vive allí....

¡Entonces usted lo encontrará en mi corazón!

El cirujano pensó que era suficiente y le explicó:

Te diré que encontraré en tu corazón.

Encontraré músculo dañado, baja respuesta de glóbulos rojos, y debilidad en las paredes y vasos. Y aparte me daré cuenta si te podemos ayudar o no.

¿Pero encontrará a Jesús allí también? Es su hogar, Él vive allí, siempre está conmigo.

El cirujano no toleró más los insistentes comentarios y se fue. Enseguida se sentó en su oficina y procedió a grabar sus estudios previos a la cirugía: aorta dañada, vena pulmonar deteriorada, degeneración muscular cardiaca masiva. Sin posibilidades de trasplante, difícilmente curable.

Terapia: analgésicos y reposo absoluto.

Pronóstico: tomó una pausa y en tono triste dijo: muerte dentro del primer año. Entonces detuvo la grabadora. Pero, tengo algo más que decir: ¿Por qué? Pregunto en voz alta ¿Por qué hiciste esto a él? Tú lo pusiste aquí, tú lo pusiste en este dolor y lo has sentenciado a una muerte temprana. ¿Por qué?

De pronto, Dios, nuestro Señor le contestó:

El niño, mi oveja, ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es parte del mío y conmigo estará toda la eternidad. Aquí en el cielo, en mi rebaño sagrado, ya no tendrá ningún dolor, será confortado de una manera inimaginable para ti o para cualquiera. Sus padres un día se unirán con él, conocerán la paz y la armonía juntos, en mi reino y mi rebaño sagrado continuará creciendo.
El cirujano empezó a llorar terriblemente, pero sintió aun más rencor, no entendía las razones. Y replicó:

Tú creaste a este muchacho, y también su corazón ¿Para qué? ¿Para que muera dentro de unos meses?

El Señor le respondió: Porque es tiempo de que regrese a su rebaño, su tarea en la tierra ya la cumplió.

Hace unos años envié una oveja mía con dones de doctor para que ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su Creador.

Así que envié a mi otra oveja, el niño enfermo, no para perderlo sino para que regresara a mí aquella oveja perdida hace tanto tiempo.

El cirujano lloró y lloró inconsolablemente.

Días después, luego de la cirugía, el doctor se sentó a un lado de la cama del niño; mientras que sus padres lo hicieron frente al médico.

El niño despertó y murmurando rápidamente preguntó:

-¿Abrió mi corazón?

Si -dijo el cirujano-

-¿Qué encontró? preguntó el niño

Tenías razón, encontré allí a Jesús.

Dios tiene muchas maneras y formas diferentes para que tú regreses a su lado.

Déjame contarte, asegúrate de leer todo esto hasta el final.

Yo casi borro este mensaje, pero fui bendecido cuando llegué al final.

Asunto: Leer solamente si tienes tiempo para Dios.

Dios, cuando recibí este mensaje pensé... Yo no tengo tiempo para esto... y realmente hacerlo es inadecuado en horas de trabajo. Luego, me di cuenta que el pensar así es exactamente lo que ha causado muchos de los problemas en nuestro mundo actual. Tratamos de tener a Dios en la iglesia el domingo por la mañana. A veces quizás el Domingo por la noche... y, el evento poco agraciado de algún servicio a media semana. Eso sí, nos gusta tenerlo cerca en la enfermedad... y sobretodo en los funerales. Pero, no tenemos tiempo, o lugar para ÉL en horas de trabajo o en nuestro tiempo libre... Porque.... Esa es la parte de nuestras vidas en las que pensamos: ’Podemos y debemos manejar solos’
Quiera Dios perdonarme por haber pensado que hay un tiempo o lugar donde ÉL no sea el PRIMERO en mi vida. Debemos siempre tener tiempo para recordar TODO lo que ÉL ha hecho por nosotros. Jesús dijo. ’Si tu te avergüenzas de mi, yo me avergonzaré de ti delante de mi Padre’.

Entonces me arrodillé para orar pero no por mucho tiempo, tenía mucho por hacer. Tuve que darme prisa e ir a trabajar ya que los cobros muy pronto estarían ante mi . Salté de mis rodillas y mi deber Cristiano estaba concluido.

lunes, 6 de diciembre de 2010

A MAL TIEMPO BUENA CARA

Fuera hace frío, mucho frío; se ve el aliento de las personas al respirar, mientras caminan envueltos en abrigos y bufandas y las manos en los bolsillos. Quizá las crestas de los montes estén cubiertas de nieve o de hielo, pero hay gente que tiene su corazón caliente, y no importa el frío de las calles; personas que tienen una razón para vivir, gentes felices y que saben amar, que saben convertir todas las cosas duras de la vida en algo bueno, algo positivo, tienen esperanza, confían en Dios, aman a su prójimo y se esfuerzan por mantener un clima de paz y calor en sus hogares, en su trabajo.

Pero, ¡qué duro debe ser que ahí fuera haga frío y que el corazón esté congelado, hecho hielo, también! Frío por fuera y frío por dentro; Hielo es la desesperanza, dejarse arrancar día a día los restos de confianza a los que uno se agarra para seguir viviendo. Hielo es el rencor y el odio que va pudriendo poco a poco de modo irremediable tantos corazones. ¡Qué hielo tan duro, es el miedo a la vida, al futuro, a la vejez, a la enfermedad y a la soledad!

Necesitamos que salga el sol dentro de nosotros mismos, el sol de la esperanza, del amor, del optimismo, de la paz interior; tenemos que forzarnos a nosotros mismos y, antes que nada, obligarnos a creer que el sol puede salir en nuestra vida.

El que desespera de todo, puede tener muchas razones y excusas, pero también algo de culpa porque penas, sufrimientos, apuros económicos, contratiempos, están repartidos en la vida de todos, pero ahí esta también la mente, nuestra mente, para buscar soluciones a los problemas, y unos la usan y otros no.

Ahí están nuestras manos para trabajar, y unos les dan uso y otros no, ahí está Dios que sí ayuda a los que confían, pero unos le rezan a ese Dios y otros le dan la espalda; ahí están las oportunidades que ofrece la vida, pero unos las buscan y otros se excusan diciendo que nada se puede hacer.

El sol de la esperanza puede salir y de hecho sale en la vida de todos los que se fuerzan a sí mismos a creer en Dios y en sí mismos, que se fuerzan a esperar lo mejor, a luchar por salir adelante a pesar de todo

Yo no puedo controlar el clima de afuera, pero sí el interior de mi espíritu. Los problemas lo pueden quebrantar a uno si se deja, pero pueden fortalecerlo si los enfrenta como retos magníficos.